Sólo a partir del siglo II d.C., fue adoptado para el Antiguo Testamento un texto hebreo oficial, por los fariseos -único grupo del judaísmo sobreviviente, pues tras la invasión romana, saduceos, esenios y zelotas habían sido esparcidos.
Ese texto consonantal -porque sólo se escribían consonantes-, que se decidiría intocable por consejo de Rabí Aquiba, se iría vocalizando a lo largo de cinco siglos (V al X) por el judaísmo rabínico en pugna con el cristianismo. El resultado es llamado texto masorético o tradicional, que aporta la invención de vocales, la recuperación de signos musicales y otros signos de la evolución de las palabras; más comentarios al margen y al pie, llamados Masora, con los cuales se espera guardar de errores al lector judío común.
El sistema vocálico que prevaleció fue el de la familia Ben Asher. Con la vocalización quedó establecida una propuesta del sentido de las palabras que podrían confundirse con otras y se afinó el significado de muchos pasajes, aunque puede haber otras lecturas por lo general más antiguas como las de los rollos del Mar Muerto y de la primera gran traducción de la literatura universal, la Biblia de los LXX, procedente del siglo III a.C.
El Códice Leningrado (que refleja un texto del siglo VIII), es del año 1009 d.C. y es el texto masorético más antiguo conservado.
El texto hebreo masorético y la Biblia del Oso
Gracias a la herencia humanista de volver a las fuentes antiguas, Casiodoro de Reina prefirió hacer su traducción para la primera Biblia completa en castellano desde el Antiguo Testamento impreso por vez primera, la Biblia de Bomberg. En eso seguía la de idea de San Jerónimo de que el texto masorético era preferible a la versión griega. Como indica a su amonestación al lector:
[…] conforme al prescripto de los antiguos concilios y doctores santos de la Iglesia, nos acercásemos de la fuente del texto hebreo cuanto nos fuese posible (pues que sin controversia ninguna de él es la primera autoridad), lo cual hicimos siguiendo comúnmente la translación de Santes Pagnino […] en los lugares [de la traducción de Pagnino] que tienen alguna dificultad por pequeña que sea, […] hemos tenido recurso al mismo texto hebraico.
Con toda diligencia que nos ha sido posible habemos procurado atarnos al texto sin quitarle ni añadirle. Quitarle, nunca ha sido menester, y ansí creemos que en nuestra versión no falta nada de lo que en el texto está si no fuere por ventura alguna vez algún artículo o alguna repetición de verbo, que sin menoscabo de la entereza del sentido se podría dejar, y otramente ponerse haría notable absurdidad en la lengua española […]
Cassiodoro de Reyna
Nació en 1520 cerca de Sevilla, estudió en la Universidad de esa ciudad, donde aprendió las lenguas bíblicas. Ingresó al monasterio de San Isidro del Campo, de la orden de los jerónimos. Al lugar llegaron las influencias del humanismo, que proponía la disposición de la Biblia para todos; de la corriente espiritual, que buscaba una relación directa con Cristo sin necesidad de ritos y, finalmente, la de la Reforma en Alemania, que confiaba en la muerte de Jesús en la cruz por la que Dios podía declarar justo al que creyera.
Confirmado en su fe por los sermones que escuchó en la catedral, de parte de Constantino Ponce de la Fuente, Casiodoro comenzó a predicar el Evangelio entre los monjes. Las horas de coro y rezo se convirtieron en explicaciones de la Sagrada Escritura; indulgencias y expiaciones papales quedaron obsoletas; ningún culto quedó para las imágenes; enseñó en reuniones secretas en casas, conformando la «iglesia chiquita» de Sevilla. Los nodos esenciales de la ciudad desde donde se difundía la predicación fueron el colegio de la Doctrina Cristiana y la catedral de Sevilla, y las casas de los laicos Isabel Martínez Dalvo e Isabel de Baena.
Julián Hernández había sido aprehendido por contrabandear Nuevos Testamentos en la traducción de Pérez de Pineda, y tras las torturas inquisitoriales había dado los nombres de los creyentes. Así que Casiodoro huyó hacia Ginebra, junto con otros 11 monjes. Los creyentes y monjes encarcelados fueron quemados en cuatro autos de fe en la plaza mayor de Sevilla.
Cassiodoro perseguido
La censura de Biblias del Índice de 1551 de la Inquisición española prohibió expresamente: “La Biblia en el Romance castellano o cualquier otra lengua vulgar.” El catálogo fue reeditado en 1559 y promulgado a petición del Concilio de Trento por el papa Pío IV el 24 de marzo de 1564; luego por el inquisidor español Valdés en 1583, en que se prohibía explícitamente la lectura de la Palabra de Dios en el idioma vulgar o en otro cualquiera “como no esté en hebraico, caldeo, griego o latín”.
El nombre de Casiodoro estaba incluido en el Índice de Libros Prohibidos como “autor de primera clase, dogmatizador, hereje máximo” del que había que huir como la peste; por ello en la portada de su traducción no parecerá publicado su nombre.
Casiodoro que había iniciado su escape de las garras de la Inquisición, desde entonces y hasta el final de sus días, por lo pronto llegó a Ginebra, junto con otros compañeros del monasterio hacia finales de 1557. Sufrió la decepción por la intolerancia religiosa, pues pasaba por el lugar donde Servet fue quemado; conoció la lucha de Ginebra contra los anabaptistas, contra los luteranos, y las discusiones calvinistas contra Castellio quien en contraste proponía la tolerancia.
Conocedor de las lenguas bíblicas, además de latín, alemán, francés e inglés, se dedicó a pastorear exiliados españoles, italianos y franceses.
Cassiodoro traductor
Casiodoro quiso traducir la biblia al castellano, creyendo firmemente que al poner la palabra de Dios en manos de todos los españoles transformaría a los creyentes y al país. Esto era un acto profético que debía/podía llevar a la restauración de la Iglesia cristiana desde sus miembros y retomar a la Monarquía Hispánica su aspiración a liderar una Europa cristiana.
El historiador católico Marcelino Menéndez y Pelayo dice de esta Biblia: “…faltaba, con todo, una versión completa de las Escrituras… uno de los protestantes fugitivos de Sevilla se movió a reparar esta falta, emprendió y llevó a cabo, no sin acierto, una traducción de la Biblia… hecha en el mejor tiempo de la lengua castellana …excede mucho, bajo tal aspecto, a la moderna de Torres Amat y a la desdichadísima del Padre Scío… (Historia de los heterodoxos españoles, 2012).
[…] Cassiodoro de Reina movido de un pio zelo [benigna pasión] de adelantar la gloria de Dios, y de hazer un señalado servicio à su nacion enviendo se en tierra de libertad para hablar y tratar de las cosas de Dios, començò a darle à la traslacion de la Biblia. La qual traduxo; y assi año de 1569, imprimiò dos mil exemplares: Los quales por la misericordia de Dios se han repartido por muchas regiones. De tal manera q hoy casi no se hallan exemplares, si alguno los quiere comprar. (Cipriano de Valera, año de 1602)
En 1561 Reina se casó con Anna, hija de un comerciante converso de origen español residente en Frankfurt, Abraham de León, de Nivelles, cerca de Bruselas. Tras 12 años de trabajo, entre pobrezas, traiciones enfermedades, huyendo constantemente, pérdida de dinero con el primer impresor. En septiembre de 1569, en Basilea, veía la luz en la imprenta de Thomas Guarín por primera vez el texto completa de la Biblia en español.