Sala 2: Pánfilo de Cesarea

1600 años de la muerte de Jerónimo de Estridón, traductor de la Vulgata

La carta de Aristeas

 
Después de tres días, Demetrio los tomó consigo [a los 72 sabios], y tras recorrer el dique de mar de siete estadios hasta la isla [de Faros], cruzó el puente y, avanzando hacia la parte norte, les congregó en una mansión bien dispuesta junto a la playa, de gran belleza, e inmersa en una paz profunda; y les exhortó a llevar a término la traducción, pues que estaban bien provistos de todo lo que precisaran. [302] Y la ejecutaron, poniéndose de acuerdo mediante confrontaciones entre ellos acerca de cada punto; el resultado quedaba fijado oportunamente por escrito, a cargo de Demetrio. [303] Hasta la hora nona se prolongaba la sesión; después se separaban para dedicarse a los cuidados del cuerpo, facilitándoseles con espléndida provisión cuanto pudieran desear. [304] Además, cada día, todo lo que se disponía para el Rey, también para ellos Doroteo lo aprestaba; pues tal había sido la orden del soberano. Con la primera luz comparecían en la Corte cada día, y, tras saludar al Rey, regresaban a su lugar. [305] Tal como es usanza entre todos los judíos, se purificaban en el mar las manos, elevando preces a Dios; acto seguido, se consagraban a la lectura y exégesis de cada punto. [306] También pregunté esto: «¿Por qué razón se lavan las manos antes de orar?». Aclararon que en testimonio de no haber cometido mal alguno, pues toda acción se realiza por medio de las manos; así, hermosa, piadosamente, todo lo remitían a la justicia y a la verdad.
  
[307] Tal como lo he dicho, cada día, congregados en este lugar, que hacían tan deleitoso la calma y luminosidad, llevaban a cabo la tarea fijada. Y acaeció que la traducción fue completada en setenta y dos días, como si hubiese sucedido por una suerte de premeditación. [308] Cuando se llegó al cumplimiento, reunió Demetrio a la comunidad de los judíos en aquel lugar donde la traducción había sido realizada, y se la leyó a todos, en presencia de los traductores, que se
granjearon una recepción magnífica tambiénpor parte del pueblo, como responsables de magníficos bienes.  [309] Tal acogieron a Demetrio también, exhortándole a entregar a los rectores de su comunidad una copia de toda la Ley. [310] Después de leídos los rollos, en pie los sacerdotes y los ancianos de los traductores y los rectores del común proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la menor alteración». [311] Todos aclamaron tales dichos y les exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito; bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente. 
 
Texto pseudoepigráfico que revela gran contenido histórico,
traducido por Jaume Pórtulas, Universidad de Barcelona.

La importancia de la Septuaginta  (LXX) 

 

 
1. Es el logro cultural más grande de un pueblo para mantener su tradición, en esta versión la Biblia logra su mayor influencia cultural en la civilización.
 
2. Refleja el estado de la pluralidad textual cuando menos desde el siglo III antes de Cristo y quizá hasta el V a.C., antes de que el texto hebreo adquiriera su forma definitiva en el siglo II de la era cristiana.
 
3. El descubrimiento y estudio de los Rollos de Qumrán revela coincidencias con el texto de la LXX en contra de ciertas lecturas del texto hebreo tradicional, devolviendo así su prestigio a esta versión.
 
4. Es una traducción desconocida por la mayoría de las personas. Desconocimiento que incluye el hecho de que el texto hebreo tradicional fue escogido por su disponibilidad, pero no era único, esa elección continuó como un conjunto de textos parecidos hasta que después del siglo X de la era cristiana se fue asentando como inamovible; fue vocalizado en el contexto de una centenaria discusión con los cristianos.
 
5. Es base de la lengua y el contexto cultural del Nuevo Testamento.
 
6. Es base de la teología del Nuevo Testamento ya que la LXX no sólo traduce sino interpreta y aporta sentidos al texto. Acentúa la escatología, la fe en la resurrección (Salmo 1 y Job 42) y el mesianismo.
 
7. Con los textos de esta versión nació la iglesia y la tuvo por 400 años prácticamente como su única Biblia, a excepción de contadas comunidades arameas.
8. Fue la Biblia que usaron los apóstoles y los padres de la iglesia hasta que Jerónimo dio preferencia al texto hebreo y, posteriormente, la Reforma heredó del Humanismo la idea de volver al hebreo como texto fuente.
 
9. Representa la primera ocasión en la historia universal que una traducción de tal extensión se realizaba desde una lengua semita a una lengua indoeuropea. La colección que en un futuro se llamaría Biblia pasaba desde una lengua en desuso a la literatura universal.
 
10. Hoy, frente al reto que supone el trabajo de traducción a las más de las tres mil lenguas que aún no tienen Biblia, la LXX será un faro que refresque los conceptos traductológicos en relación con la irrupción del mensaje a pesar de las diferencias filológicas inherentes a la transmisión de los textos y a pesar de la dificultad de transladar conceptos y belleza desde una lengua a otra.
 
11. Traerá también nuevas reflexiones favorables a la unidad de los cristianos al recordarnos el proceso de la formación del texto, para superar la idolatría de la letra y valorar la historia de las traducciones.
 
12. Aporta compresión a la historia de la formación del canon, para reconocer los límites flexibles de las distintas confesiones desde el origen, cuando no existía una conciencia clara de los libros que integrarían las listas de las recopilaciones.
 

Jerónimo de Estridón

  

Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo […] Cuando oras le hablas a Jesús.  Cuando lees la Escritura es Él quien te habla»

 San Jerónimo

 
Nació en Dalmacia (Eslovenia) en el año 342. En Roma estudió latín bajo la dirección de Donato, quien lo hablaba a la perfección. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón. 
 
Dispuso irse al desierto a orar y ayunar. Cuenta en una carta cómo fueron las tentaciones que sufrió: 
 
En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma.
 
Dámaso, obispo de Roma, que era poeta y literato, lo nombró secretario, encargado de redactar las cartas y luego, de hacer la traducción de la Biblia.
 
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado sacerdote. Tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos.
 
Sus últimos 35 años los pasó en una gruta de Belén. Ahí fue redactando los escritos que le dieron fama en todo el mundo.
 
«¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!», dijo a Jesús cuando le invitó a aceptar el perdón de los pecados. Y entendió que Dios desea que le ofrezcamos un corazón humillado y arrepentido, que le pida perdón por las faltas cometidas.
 
El 30 de septiembre del año 420, debilitado por trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, murió cerca de los 80 años.

La Vulgata, su traducción

 

Es la traducción más importante de la Biblia después de la Septuaginta (LXX).

 
En el año 180 d.C. se había iniciado una persecución contra la iglesia en Numidia, al norte de África. Allí, en un pequeño pueblo, los cristianos eran arrestados, sometidos a juicio y luego decapitados en la cercana Cartago. A uno de los cristianos, se le preguntó qué tenía en un cofre que cargaba. Él contestó: «Libros y cartas de Pablo, un hombre justo». Se refería a traducciones en latín del Nuevo Testamento que se había escrito en el griego usado hasta mediados del siglo II.
 
El Imperio Romano necesitaba la Biblia en latín, pues esta lengua iba desplazando al griego que se usaba internacionalmente; las traducciones comenzaron antes del 160 d.C. Al principio fueron hechas informalmente por misioneros o por cristianos locales para ayudar a las congregaciones en su adoración.
 
En el 383 d.C. el obispo Dámaso (366-384) de Roma vio la necesidad de compilar las diversas traducciones latinas en una edición oficial. Para entonces, Jerónimo era conocido como experto en hebreo y servía a Dámaso como secretario y traductor.
Jerónimo fue comisionado para revisar las antiguas versiones latinas, y para el año 384 había completado los evangelios y otras porciones del Nuevo Testamento. Por los siguientes años, en Belén, a donde se había mudado, continuó su trabajo traduciendo varios libros del Antiguo Testamento. Éstos, sin embargo, fueron traducidos de la Septuaginta y no del hebreo. Pero conforme pensaba que la autoridad final del Antiguo Testamento debía provenir del hebreo empezó una traducción directamente desde aquella lengua semita. En ese entonces él no podía saber que ese texto hebreo había sido fijado en el siglo II d.C. y que no representaba la pluralidad textual conocida hoy por los rollos del Qumrán, la LXX y el Pentateuco Samaritano.
 
Jerónimo tardó del 390 al 405 d.C. traduciendo el Antiguo Testamento. Primero Samuel y Reyes, después los Salmos, luego los profetas y Job, seguidos por Esdras y Crónicas, y finalmente los libros restantes. También corrigió el Nuevo Testamento desde manuscritos griegos. Similares a los códices Vaticano y Sinaítico.

La Vulgata, su historia

 

Fue el primer gran libro impreso entre 1452-56 por Johannes Gutenberg, quien perfeccionó el uso de los tipos móviles. Llamada también Biblia de 42 líneas.

Durante la Edad Media, la Vulgata fue corregida y ampliamente copiada. Serviría como base para muchas traducciones en Europa occidental. Al ser la versión sancionada por la Iglesia católica, la Vulgata tuvo gran difusión a lo largo de la Edad Media. No existe ningún libro que haya sido copiado de un modo tan constante como la Vulgata. El número de manuscritos es muy elevado: se calculan más de 8.000 y, si se cuentan los fragmentos más pequeños, se llega a los 30.000, y cuando menos 100 ediciones incunables.

El enorme número de ejemplares que se copiaron tuvo como consecuencia la deturpación del texto original debido a errores de copia, a la inclusión de lecturas de la Vetus latina y la inserción de glosas marginales dentro del texto.

De las biblias medievales en castellano son traducción de originales en latín los códices que forman la Biblia prealfonsna (E6 y E8), las partes bíblicas de la General Estoria y el libro de Job de López de Ayala.

 En los demás códices también son traducción de la Vulgata las partes deuterocanónicas (Tobit, Judit, Macabeos 1-2, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc). En la Biblia de Alba, los Salmos están traducidos del Salterio Galicano; el resto del códice es traducción del hebreo si bien con numerosas lecturas tomadas de la Vulgata. También son traducción de la Vulgata los Salmos del códice E4.

Dice el Conciio de Trento: “Considerando que podía ser de no poca utilidad para la Iglesia de Dios, se diera a conocer, de todas las ediciones latinas de los sagrados libros que circulan, cuál ha de ser tenida por auténtica; [el Concilio] establece y declara que esta misma antigua edición Vulgata, aprobada por el uso de tantos siglos por la misma Iglesia, sea tenida por auténtica en las públicas lecciones, disputas, predicaciones y exposiciones, y que nadie, por cualquier pretexto, sea osado o presuma rechazarla”.

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